Me duele que pase el día sin un hallazgo sublime.
El tiempo no me redime cuando vence la apatía.
No es orgullo ni porfía, no es afán posmodernista
ni esencia perfeccionista reprensada en un trapiche.
El tiempo, que es mi fetiche, sabe el furor de una lista.
No porque me ponga viejo como espíritu ambulante
es menos desesperante vivir por mero reflejo.
Con razón peno y me quejo como lo hacía Ferrer:
Por mucho que triunfe Ayer o logre brillar Mañana,
no me alcanza la semana si el Hoy no expande mi ser.
Ni por la tarde que dejo para enamorar la noche,
ni por el mudo fantoche del ego, que en su perplejo
temor de blanco conejo se escurre espíritu adentro,
me resigno al desencuentro del tiempo y la creación:
Esta Alicia del montón persigue su propio centro.
Ni por su melancolía, es más hermoso el invierno,
por sí solo, que lo eterno de los ciclos
Ya habrá un día para gozar la alegría de esperar, sin más, el alba.
Ya habrá una corona malva de ganada senectud:
Mientras cimbre mi laúd mi conciencia hará su salva.
Me duele esa paz vacía de quien no espera o medita;
me duele cuando acredita un alma que desvaría.
Contemplo la artesanía de mis manos: cada arruga
es el rastro de una oruga pariendo seda en su afán.
Loado sea el refrán: Dios ayuda a quien madruga.
Cuando la pude llenar de sueños, mi seda firme
creció para redimirme de la angustia secular.
Cuando dejé marchitar sus poros sin luz ni ardor,
solo creció mi estupor, mi enojo, mi estéril miedo
Luego recordé mi credo y volvió el tiempo a favor.
Con la fiesta de luchar mis cabellos se matizan
y mis ojos cristalizan nuevas formas de soñar.
Igual puedo despertar antes que Venus mil veces,
o trasnochar con los peces embriagada de erotismo:
Cuando comparto mi abismo el tiempo paga con creces.
El trabajo, la visita, el arte, la charla franca,
la lluvia, mi perra blanca y una tierna tortolita
son mis agujas. Marchita el reloj su desespero:
ya yo no puedo ¡ni quiero! honrar sesenta minutos
cuando mis horas dan frutos en clave de Unos y Ceros.
Y con la suerte infinita de vivir para pensar,
para escribir, ver y hablar de lo que adentro palpita,
con este don que me agita mientras me regala el cielo,
¿cómo reclamar consuelo por los años, si es un premio
este discurrir bohemio que pone el gris en mi pelo?
De las cosas por crear saco ingenio para ver
que mi tiempo, sin volver, se puede multiplicar.
Siempre puedo reencarnar, si me place, en otra Alicia...
mas, si la rueda es propicia para regresar Conejo,
me adapto a este juego viejo ¡y a vivir! sin más malicia.

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