En la escuela primaria José Mendoza García, de Casilda, aquel niño solía advertir: si él es amigo de mi enemigo, entonces también es mi enemigo, pero al cursar la secundaria Básica Carlos Echenagusía Peña en Trinidad, fundamentó su concepto.
Carmina, la profesora de Aritmética apenas había terminado de enseñarnos la “propiedad transitiva de la igualdad” y Alberto interrumpió la clase sin darse cuenta: Eso es lo que yo les decía a ustedes en quinto grado, que por eso no podía ser mi amigo.
Los que veníamos con él desde la primaria reímos, pero todos callamos y nos pusimos serios ante el llamado de atención de las maestra que volvió a retomar la clase con: “Si A es igual a B y B es igual a C, entonces A es igual a C”.
Hoy como adultos mayores, al pasar las décadas, podemos tomar ese enunciado de las matemáticas y la lógica como una de las ideas fundamentales para razonar en cualquier contexto, tanto en la política como en las finanzas.
Ya que mencionamos contexto, lo ubicamos en el referido por el memorando secreto de la década de los 60 del siglo pasado, escrito por un subsecretario de Estado de EEUU, Lester Mallory sobre los medios posibles a seguir para debilitar la vida económica cubana:
“(…) una línea de acción que, siendo lo más habilidosa y discreta posible, logre los mayores avances en la privación a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”
Por tanto, si la administración estadounidense tiene la intención de actuar en el ámbito de los recursos financieros y los salarios reales, hay que leer o escuchar con cuidado al que hable de tales temas, y tenga vínculos con aquel gobierno.
En esta confrontación comunicacional en particular, la alineación del contenido discursivo tiene importantes implicaciones para la percepción pública y la seguridad nacional.
Si una publicación digital induce a lo que conviene a un gobierno enemigo que intenta desorganizar las finanzas, entonces, por la propiedad transitiva de la igualdad, dicho medio adquiere el mismo valor comunicativo y estratégico que el gobierno enemigo.
Pero se puede ir aún más allá: si ese gobierno enemigo es reconocido por emplear dispositivos y campañas para desorganizar las finanzas de países rivales, entonces cualquiera que esté alineado con esos propósitos, se convierte, por extensión lógica, en parte de esos emplazamientos de desestabilización.
Así, tanto el discurso como las acciones que induce son una acción indirecta, y asume el mismo rol, aunque bajo otro manto, pero demostrando la potencia de la transitividad para entender cadenas de influencia y analogía.
Este principio no sólo provoca reflexiones sobre la responsabilidad informativa, sino que alerta sobre el doble filo del mimetismo textual en entornos digitales estratégicos.
Si en la aritmética la igualdad transitiva es incuestionable, en la esfera pública puede ser una herramienta para señalar analogías entre actores aparentemente desvinculados, pero conectados al tratar de tocarnos. Por tanto, cuida que no te toquen.

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