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lunes, 22 de septiembre de 2025

Código Naranja

Del Tantra al BDSM, ¿en qué punto de la escala erótica te ubicas?

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 22/09/2025
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Código Naranja
Aún si es consensuado, el erotismo extremo tiene sus riesgos. (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

Quien quiera practicar buen sexo necesita poner su espíritu en juego, y eso implica sentir, conectar mente-cuerpo, y sobre todo confiar y no perder los límites en ninguna circunstancia.

Lo otro es gimnasia. O reguetón, que es casi lo mismo por lo rutinario, pero con (más) malas palabras y menos creatividad.

De eso quedaron convencidos los asombrados espectadores de sendos minitalleres sobre sexo tántrico y BDSM que improvisamos en las frescas noches del campismo Duaba, a la luz de las linternas y en la cabaña de MaryD y Maura. (¿Y por qué no a la orilla del río, ¿eh? Qué fallo…).

El plan era hacerlos más protocolares y participativos, pero mi afonía no se prestaba para guiar una sesión de tantra y la presencia masculina era muy menguada (solo siete, y dos de ellos en edad pediátrica), así que nos fuimos por lo teórico para aclarar dudas mezclando arte, historia y cuántica.

Sin embargo, a insistencia de la doctora T (nueva adquisición del grupo virtual y el proyecto Sendero de los afectos, de Senti2Cuba) hicimos una pequeña demostración física en la que ella fue agasajada con la energía Shiva/Shatki de varios voluntarios; en especial de Alain, nuestro yogui kundalínico, con experiencia práctica en la sexualidad sagrada.

Claro que sólo fue un sorbito de lo que puede saborearse en esa onda erótica que algunos consideran mística (y hasta aburrida, cuando no la han probado), pero la doñita lo canalizó bien, y como beba con juguete nuevo le costó salir del “space” a donde fue a parar su Ser con el agasajo.

La revancha vino a la noche siguiente en similar escenario, pero con los papeles invertidos: T emergió enfundada en sus botas y su atuendo negro de dómina bajo el nombre de Señora Fire, y el escurridizo A se prestó para conejo de cuerdas en una mínima demostración del arte de Shibari, y para el rol de sumiso obediente a la voz de la tierna, pero firme ama, quien lo expuso a privación sensorial, algo de bondage y su poquito de suplicio físico…

Todos retuvimos la respiración varias veces, fascinados con la combinación de fuerza y bondad desplegada por la dominante, hasta que el implicado frenó la acción apelando a su palabra de seguridad (¡Naranja ya!) obviamente incómodo con las pezoneras, y luego la detuvo con el veto (¡Rojooo! ¡Ahora sí rojo, que esto no es pa mí!) tras sentir par de descargas sádicas en la piel de su cuello y espalda.

En ambas noches, participantes y espectadores aprendimos mucho de lo que tienen en común y diferente esos caminos eróticos, donde se potencia más lo sensorial periférico y lo ambiental que en el tradicional y muy básico movimiento de sacar petróleo que algunos llaman buen sexo.

Resultó curioso que en ambos casos el dador jugó bien su papel, y lo disfrutó a ojos vistas, pero no fluyó todo el placer espiritual porque el receptor no entendía los códigos: el de reciprocidad en el tantra a la hora de las caricias y el de aceptación sin cuestionamiento en el BDSM.

Sin ese grado de confianza y entrega la energía sexual no se comparte a plenitud, y es eso lo que les pasa a quienes van a esas prácticas alguna vez en la vida por mera curiosidad, de jueces observantes, con ánimo de comparar y sin fe para vivir el proceso con su cien por ciento. No es de extrañar entonces que regresen defraudados, porque no lograron sintonizar con la escala de placer que se articula en esos mundos.

Huelga decir que lo mío es el tantra, con su ritual de lago transparente, profundo y silencioso, pero no condeno a quien prefiere el rugido del mar, el revolcón de las olas, el goce de chocar con un risco y ver correr su sangre junto a otros fluidos.

En materia de estímulos sensoriales al fragor de la batalla no he pasado de un par de nalgadas o un pellizco oportuno en el pezón, como quien fuerza la almendra para extraer su untuoso y delicado fruto. ¡Pero a mí no me busquen para amarres, agujas, latigazos o cuchillos! Por ahí no resueno, y tampoco disfruto ocasionar dolor, aunque tenga yo misma un umbral altísimo de aguante y racionalidad suficiente para tomar distancia y hacer “curas de caballos” si hace falta.

Obvio que no se aprende todo sobre BDSM o Tantra en par de encuentros nocturnos (ni en una peli o un bestseller), así que volveremos sobre el tema en futuros talleres, en espacios seguros y con practicantes de probada experticia.

Si te animas escríbeme para participar. Solo te aclaro que estos espacios son con fines educativos, y como siempre decimos en Senti2Cuba, con nosotros se ablandan los frijoles, pero hay que darles sazón y comérselos en otro lado.


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...


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