“Un hombre agraciado y económicamente independiente que a los 50 años no tenga pareja estable con hijos seguro tiene mal carácter, o es malo en la cama, o no asume que lo suyo no son las mujeres… lo que ahora llaman salir del clóset”.
Su sentencia borró todo el sueño que me traía grogui en la yutong de vuelta desde Placetas. Intenté no saber quién emitía tal juicio, pero ya perdí la batalla contra mi curiosidad hace rato, así que solté el tejido y me torcí para ver la cara de esa señora, par de asientos detrás del mío.
¿Tendría 60 años la doña? Quizá más… Su interlocutora era mucho más joven que yo, y su cara de espanto la tomé como prueba de que no comulgaba con tal disparate. De hecho, cruzó miradas conmigo, tomó aire y ripostó a la juzgona:
“Con todo respeto, yo no lo veo así. Pueden haber pasado muchas cosas en la vida de ese hombre… Yo tengo amigos que siguen solos después de un desamor, para no cogerla con nadie, y otros que no se han casado porque aún no aparece la mujer de sus sueños. Es su derecho, ¿no?”.
A esa altura la señora ya me había fulminado con una mirada de “esta conversación no es contigo”, y más por incomodidad de la pose que por educación me había sentado… con la guataca entre ambos respaldares para no perder su contrarréplica.
Sin bajar mucho la voz, la amargada repitió argumentos y los floreó con anécdotas de conocidos, hasta que puso el acento donde de verdad le dolía: su novio de pubertad seguía solo y no le hacía caso a ella, viuda temprana por un accidente de motor de su difunto esposo, adicto al alcohol sobre ruedas.
Ella “tenía todo para hacerlo feliz”, pero él defendía su soledad a ultranza, luego de un divorcio también temprano de la mujer con la que lo forzaron a casarse porque “se le regaló” y él hizo su “papel de hombre”, y claro, eso puso fin a su noviazgo con aquel personaje… ¡Pero ya lo perdonó!
En pocos minutos me desentendí del novelón, y aun así seguí rumiando el asunto de los cuarentones (o más) solteros y soltados que conozco, que son decenas en el entorno de Senti2Cuba, la familia y el vecindario.
¿Cuántos de ellos encontraron a tiempo la rueda adecuada para seguir andando por la vida, con sus baches y pendientes peligrosas? Jorge no cuenta, porque estuvo mal casado muchísimos años antes de pasar casi dos desintoxicándose y tropezar conmigo en una página de JR, nueve años ha…
Ah, mira, mi vecino cercano: un solterón intrigante, adicto a mirar por las ventanas que dan a mi patio y mis habitaciones, fue rescatado por su novia de medio siglo atrás hace par de años, y hasta parece otra persona, más feliz y reluciente.
Mi amigo poeta, con numerosas relaciones fallidas en sus 80 años de existencia, encontró la fórmula para mantener sus hábitos de soldado asceta en un apartamento habanero mientras su alma vive un gran romance en Santa Clara con alguien que también compone versos y no tiene apuro en lavar ropa ajena.
Del wasapeo hay varios que disfrutan o sufren su soltería con marcada intensidad. Desde el que está esperando la princesa con el tono adecuado de azul, pero sigue activo cosechando logros personales, hasta el que se lamenta de que las mujeres no le dan bola, pero cada estrategia de conquista que propone nos eriza y enmudece… ¡Sería mejor la tiradera de piedras o el infantil halón de trenzas a la candidata!
También hay enigmáticos solapiaos que no dicen por qué… Tal vez porque eso implicaría un escaneo consciente de lo que ofrecen al mercado del amor, y una actualización comprometida para eliminar hándicaps que sí están en sus manos dejar atrás, porque una cosa es tener defectos humanos y otra empujárselos en el paquete a la otra con un “tómalo o déjalo” que más parece barrera intencional para seguir en esa zona de (dis)confort y culpar al mundo de su condición.
No tengo idea de cómo van a pasar tales personajes este 11/11, día internacional de la soltería, pero como es mi noche de sección en el grupo, ya tengo preparado un Martest para escrutar esa predisposición a la pasmadera, tanto en los solos como en los acompañados…
Sí, porque hay gente sola muy feliz y gente unida con un vacío inmenso en el pecho. Y gente como la viuda placeteña de aquella guagua, que al verse sin flores habla mal del jardinero por pura roña y ganas de desprestigiar.

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