Un oyente me escribe para agradecer el tema que estamos desgranando hace varias semanas en Oasis de domingo (Radio Taíno) sobre sexualidad holística, y de paso me felicita por ser “tan centrada y eficiente” en mi vida habitual.
Me reí muchísimo, por supuesto, y sin ambages le confesé que, según mi marido, soy la prima destacada de los Chapuceros: siempre me las arreglo para que me pasen cosas locas, y a la hora de “rectificar” (con soluciones nada convencionales), termino enredándome aún más, como los animados Mat y Pat.
Claro que no lo hago a propósito ni estoy orgullosa de eso, pero al menos ya no me baja la autoestima reconocerlo. Incluso aprendí a no rezongar cuando ponen un corto de Mr. Been, que considero ofensivo para las personas neurodivergentes.
¿Por qué he sido tan torpe la vida entera? Tal vez la ambliopía, la bilateralidad cruzada, la prosopagnosia, el TDAH, los pies planos… ¡Ni sé! Sin embargo, nada de eso me ha impedido avanzar en la vida, ni me ha privado de suerte para vivenciar grandes cosas en el trabajo y el amor.
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Antes, esas etiquetas significaban barreras. Ahora sólo las uso para reconocer mi unicidad, tal como valido y respeto lo especial en los demás. “Acepta a las personas como son”, dice una de las llaves de la fundación El arte de vivir, a mi ver asociada a uno de los principios yóguicos de Patanjali: la compasión (otro día les cuento más). Y eso empieza por aceptar tu propia naturaleza, incluso si te mete en problemas con muchísima frecuencia y gente que te ama se burla de ti.
Antes me frustraba mucho con esos despistes; hoy me río de ellos, y hasta me alegra no ser la única Mat-Pat, porque si otros fluyen con sus destrozos, ¿para qué estancarme con mis enredos si puedo agradecer lo positivo que perciben de mí?
Huelga decir que los conozco más arrebatados que yo, y aunque por ahí se dice que mal de muchos es consuelo de tontos, no hablo de cualquier tonto sin fruto o abolengo. Por ejemplo, mi profe Pepe Alejandro, el de Acuse de recibo en JR y Papelitos hablan en Canal Habana, tiene anécdotas épicas (que sus amigos disfrutamos escuchar una y otra vez). Además de su excelente prosa y hondura humana, Pepe trascenderá por sus desastrosas huellas en lugares superconocidos y espacios de alta alcurnia, dentro y fuera de Cuba. ¡Y es feliz!
Por razones obvias, mis desaciertos más recordados serán los vinculados a temas sexuales. De los más comunes cuenta cuando vacilo un tipo de lejos y luego resulta que es mi pareja… o cuando pongo en apuros a conocidos y desconocidos con los movimientos del “panda” (como le llaman Jorge y algunos socios a mi hemisferio Sur). Pero no es adrede: sólo calculo mal cuando estoy en automático y apenas veo en 2D.
También he pecado de incendiaria al cambiar nombres a parejas de algunos amigos, y he roto zapatos y pantalones en lugares complicados, desde una carretera serrana hasta eventos de altos vuelos en el Palacio de las Convenciones.
De gravedad resultó arruinar mis dos últimas Lunas de miel (una con mal de estómago, la otra por olvidar la ropa del novio y sólo echar la mía en la maleta). O confundir una mochila en el aeropuerto de Holguín, y al abrir la “suya”, el señor encontró mis juguetes sexuales para usar en un taller. ¡Ah, sí! Está la vez aquella que traté de “él” a una persona que no tenía pinta de “ella” (y con el tiempo se decidió a no serlo, ¡qué caray!) durante una entrevista para Sexo sentido.
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Otro despiste que pudo acabar mal fue hace 23 años: iba de pie en una guagua abarrotada rumbo a Fontanar, donde vivía mi pareja de entonces, y el sueño me vencía a tal punto que equilibré las piernas para dormir durante el largo tramo de Boyeros, con mi partner de viaje como almohada.
A los 10 o 15 minutos mi cerebro sospechó de lo cómodo que estaba aquel brazo, tan diferente al huesudo de siempre, y desperté sobresaltada para mirar con espanto la cara de mi considerada víctima (muy buenote él, y generoso), y con roña la divertida expresión de mi acompañante real.
También hago destrozos en las redes, claro. Una vez le pasé a Jojo una broma sobre el tamaño del pene y la marca favorita de carro… excepto que no lo compartí en su chat, sino en un grupo de noticias sobre política internacional en el que hacía otro tipo de trabajo, extremadamente serio.
Y no, nunca cambié a mi bebé por otro en consulta. Mi vista es pésima, pero mi olfato es quisquilloso a más no poder. Eso sí: cuando empezó a ir al círculo, y luego a la escuela y el servicio, aprendí a ubicarme en un lugar donde David me encontrara, porque si me tocaba a mí buscarlo a él…
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